Atapuerca
Atapuerca es una isla en el océano del tiempo. Mires hacia donde mires, ves millones de años.
La roca caliza de la Sierra de Atapuerca se formó hace unos 90 millones de años en el fondo del mar durante la Era Secundaria o Mesozoico (la de los grandes reptiles), concretamente en el Periodo Cretácico.
En la siguiente era, el Cenozoico, se levantó la montaña por plegamiento de las calizas marinas. La comarca dejó entonces de ser un mar somero y se convirtió para siempre en tierra firme. Esto ocurrió hace unos 25 millones de años, aunque millones de años más tarde, ya emergida, la sierra sufriera nuevos impulsos hacia arriba que la levantaron un poco más. El Cenozoico, en el que aún nos encontramos, ha visto el gran despliegue de los mamíferos sobre la Tierra, incluido el Hombre, y el declive de los grandes reptiles, aunque todavía queden cocodrilos y aves, estas últimas descendientes directas de los dinosaurios del Mesozoico.
El pliegue que forma la sierra es un anticlinal, como se dice en Geología, de dirección nornoroeste-sursudeste en la parte de las cuevas con yacimientos. No está vertical, es decir, de pie, sino acostado hacia el nordeste, o sea, hacia los pueblos de Agés y Atapuerca.
El techo de la Sierra de Atapuerca, la Rasa como la llaman en la zona, es plano y no forma una crestería. La ausencia de picos se debe a la erosión, que arrasó la parte superior de la montaña y la niveló.
Si miramos más lejos, hacia el horizonte, vemos otras cosas que también tienen millones de años. Para empezar, la interminable llanura castellana, que es el resultado de la acumulación durante de millones de años de los sedimentos finos procedentes de las montañas que rodean la cuenca del Duero. La cercana Sierra de la Demanda, situada al este, en dirección a Logroño, es uno de sus bordes. El más alto de sus picos, el de San Millán, con 2.132 m, domina el paisaje desde la lejanía.
Durante la sedimentación no existía el río Duero, porque la meseta estaba entonces cerrada, como una gigantesca cubeta, y no tenía salida al océano. En su lugar había amplias superficies encharcadas y lagos someros donde también se formaban calizas, pero éstas continentales, de tierra adentro, no marinas como las de la sierra. En la zona de Atapuerca estas calizas, llamadas de los páramos, tienen unos diez millones de años, pero en otros lugares cercanos las hay más modernas, en posiciones más altas, con unos cinco millones de años (todas las cifras que se dan aquí están redondeadas para que sean más fáciles de recordar).
El Hombre llegó a Europa en el Pleistoceno, que es un tiempo geológico del que se hablará mucho en este libro porque los yacimientos más famosos de la sierra son pleistocenos. Empezó hace 1.800.000 años y terminó hace un 13.000 años. El último periodo, en el que vivimos ahora, se conoce como Holoceno.
En el Pleistoceno se produjeron grandes avances del hielo en el Hemisferio Norte, o glaciaciones, sobre todo en el último millón de años, en el que se registraron diez grandes enfriamientos. No sabemos todavía cómo afectaron a la Península Hispánica, que tiene una latitud más bien baja, pero desde luego la última glaciación se dejó notar en los ecosistemas y en la vida humana. En la sierra de la Demanda quedan intactos los moldes, las cajas de piedra vacías, de los glaciares que ocupaban los recuencos de sus cumbres al final del Pleistoceno. No eran grandes ríos de hielo, como las largas lenguas que se ven en los Alpes o en otras gigantescas cadenas montañosas, sino glaciares de circo, semejantes a los últimos que quedan en los Pirineos. De todos modos son testigos de que el frío también llegó hasta las inmediaciones de Atapuerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario