Están el alcohol y el tabaco. También las grasas 'trans'. Pero la verdadera amenaza para la salud global, según un artículo de 'Nature', son los azúcares añadidos, que en algunas partes del mundo suponen más de 500 calorías al día en la dieta de una persona. Y más allá de las calorías,el exceso de azúcar induce la aparición de las enfermedades asociadas con el síndrome metabólico: diabetes, hipertensión, ácido graso, problemas lipídicos y patologías cardiovasculares. Por eso algunos expertos recomiendan emprender acciones para reducir su consumo, aunque la situación no es tan dramática en todos los países.
Parafraseando el mensaje de campaña de Bill Clinton en 1992, ¡es el azúcar, estúpido!, podría resumir el espíritu de un comentario publicado en el último número de la revista 'Nature'. En él, Robert H. Lustig, Laura A. Schmidt y Claire D. Brindis, de la Universidad de Califorma en San Francisco (EEUU), advierten sobre los riesgos que corre la población, especialmente aquellos con una dieta occidental, debido al elevado consumo de azúcares añadidos.
Los autores señalan que, si bien "mucha gente piensa que la obesidad es la causa que subyace" a las enfermedades no transmisibles (cáncer, diabetes, patologías cardiovasculares), se trata simplemente de "un marcador de la disfunción metabólica, que es mucho más frecuente".
Aunque el tabaco, el alcohol o el consumo de grasas influyen en la aparición de estas alteraciones metabólicas, el artículo apunta a los azúcares añadidos como pieza fundamental en la epidemia de alteraciones metabólicas que existe en el mundo: el 80% de las personas obesas las sufren y también el 40% de los que tienen un peso normal.
Un consumo excesivo
Muchos alimentos procesados, cada vez más presentes en la dieta de los países occidentales, contienen azúcares añadidos. Las bebidas carbonatadas, zumos procesados, tés refrigerados, batidos, etc. también son fuente de fructosa, el principal edulcorante industrial. Su uso generalizado ha hecho que en algunos países del mundo la cantidad de calorías procedentes de estos azúcares supere las 600 calorías por persona y día, unos 200 gramos.
"Durante los últimos 50 años, el consumo de azúcar se ha triplicado en el mundo", subrayan los autores. Fenómeno especialmente notable en EEUU y, en menos medida, en Dinamarca, Nueva Zelanda, Suiza, Bélgica y algunos países de América Central. Algunos gobiernos, como el danés, se están planteando crear un impuesto especial para los alimentos que contengan estos azúcares, igual que ya lo hiciera con aquellos ricos en grasas 'trans'.
Esta es una de las estrategias defendidas por los autores para limitar el consumo de lo que ellos consideran una "amenaza para los individuos y la sociedad". Como medida última e ideal, señalan a las compañías para que éstas reduzcan la cantidad de fructosa en sus productos aunque señalan que tienen pocos incentivos para hacerlo porque "el azúcar es barato, sabe bien y se vende".
Huir de los radicalismos
Sin embargo, los expertos consultados por ELMUNDO.es consideran quela situación no es tan grave en nuestro país, donde "el consumo medio de azúcar es moderado de modo que no constituye una prioridad alimentaria", indica Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.
Según las estimaciones disponibles, alrededor del 7%-8% de las calorías que ingieren a diario los españoles proceden de los azúcares (añadidos o no), una cifra "razonable", según Aranceta, que insiste en que es muy importante distinguir entre los edulcurantes industriales y el azúcar de consumo doméstico.
Por otro lado, "muchos de los problemas de salud presentados [en el artículo] son casos de 'culpable por asociación' y sin evidencia firme de causalidad", explica José M. Ordovás, director del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU). "No podemos acusar de todos los problemas de la salud humana a un solo producto químico o nutriente".
Lejos del "extremismo y el dramatismo" de los autores, Ordovás reconoce que los azúcares añadidos son "cómplice del delito", cosa que las autoridades sanitarias saben desde hace tiempo. Por eso, "toda la comunidad científica y sanitaria está trabajando para que el consumo no se dispare", señala Aranceta, que sospecha que "en un futuro, es pobable que en un futuro haya que regularlo de algún modo".
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